LAS OTRAS BRECHAS DEL NEGOCIO PETROLERO

El 6 de julio del presente año, la Sociedad Peruana de Hidrocarburos organizó el Webinar denominado “Amazonía Petrolera”. El tema central del evento fue la descripción de la necesidad de reorganizar el sector petrolero nacional para continuar con la extracción del crudo en la selva peruana en la etapa post-COVID 19. Eso sí, esta vez el lobby petrolero ha entendido, después de casi 50 años de explotación, que hay algunas brechas que resolver, entre ellas, la nula incidencia de los beneficios del negocio del petróleo en las comunidades amazónicas y la urgencia de abordar la remediación de los irreversibles impactos medioambientales de los derrames de crudo, vergonzosas y silenciadas secuelas del negocio de la extracción del petróleo. El discurso de los promotores de intensificar el negocio del petróleo se centra en solventar las brechas sociales existentes y luchar por la remediación de las zonas contaminadas de la selva peruana, reduciendo las regalías de las empresas petroleras para las próximas décadas, una ecuación que no cuadra.     

Brecha entre Consumo/Producción

La más importante brecha existente en el sector energético peruano es la diferencia entre la producción de crudo y el consumo de combustibles líquidos, derivados de petróleo y GLP. Según información de Perúpetro, en el año 2019, la máxima producción de crudo en el Perú se alcanzó en noviembre del año 2019, con un total de 63 mil 700 barriles diario, que coincidió con la máxima demanda de combustibles líquidos, que superó los 284 mil barriles diarios, tabla 1 y figura 1. La diferencia entre la producción local y la demanda de combustibles líquidos en el mes de noviembre del año 2019 fue de aproximadamente 190 mil barriles, tabla 1. La producción nacional apenas satisface el 32,8% de la demanda total de combustibles líquidos, es decir, más del 67% procede de importaciones. El Perú es un país adicto al petróleo, una droga energética contaminante y de impredecible volatilidad en los precios que condiciona seriamente la estabilidad económica de las futuras generaciones. 

Tabla 1: Demanda y producción nacional de hidrocarburos líquidos entre enero 2019 y febrero 2020, Perúpetro.

Figura 1: Evolución de la demanda y producción nacional de hidrocarburos líquidos entre enero 2019 y febrero 2020, Perúpetro.

El ingenioso plan de Perúpetro consiste en fomentar que se alcance una producción pico de 100 mil barriles diarios antes del año 2025, además, se sincera y afirma que es un negocio para aproximadamente 30 años. Las empresas petroleras quieren convencer a las comunidades amazónicas que ahora son conscientes que deben cerrar las brechas de subdesarrollo y acceso a los beneficios de la educación y salud, y que lo harán indefectiblemente en los próximos 30 años. Los remordimientos del lobby petrolero se desvelan 50 años después, muy tarde para creer que son sinceras demostraciones de preocupación por el futuro de las comunidades amazónicas.

OSINERGMIN proporciona información más detallada de la brecha entre producción y demanda de combustibles líquidos. En el documento “Reporte Semestral de Monitoreo del Mercado de Hidrocarburos” del primer semestre del año 2019 informó que, en ese periodo, la demanda de combustibles líquidos – GLP, gasolinas, diésel y petróleos industriales – alcanzó un promedio de 234 mil barriles diarios, frente a los 232 mil barriles promedio diarios del año 2018. Asimismo, la oferta nacional de combustibles líquidos desde las refinerías y plantas procesadoras se ha reducido significativamente desde 192 mil barriles diarios, en el año 2018, a 177 mil barriles en el primer semestre del año 2019, figura 2. En el primer semestre del año 2019, la oferta nacional de combustibles líquidos cubrió el 75,64% de la demanda total. El déficit entre la oferta de las refinerías y las plantas procesadoras y la demanda nacional se cubrió con importaciones, aproximadamente, unos 57 mil barriles diarios de combustibles líquidos fueron importados en el primer semestre del año 2019, 12 mil barriles más que en el año 2018. Las refinerías cubrieron el 77% del total de la oferta nacional de combustibles líquidos y el 23% restante fue asumido por las plantas procesadoras.

Figura 2: Evolución de la demanda y producción nacional de hidrocarburos líquidos entre los años 2014 y 2019, OSINERGMIN.

Figura 3: Evolución de la demanda y producción nacional de hidrocarburos líquidos entre los años 2014 y 2019, OSINERGMIN.

En el primer semestre del año 2019, el volumen de petróleo crudo cargado a las refinerías fue de 151 mil barriles diarios en promedio, 4 mil barriles diarios menos que en el año 2018. El petróleo crudo importado cargado a las refinerías se redujo de 110 mil barriles diarios, en el primer semestre del año 2018, a 106 mil barriles diarios en el primer semestre del año 2019, figura 3. En el primer semestre del año 2019, en conjunto, el 69,7% del crudo y combustibles líquidos consumidos en el Perú fue importado. La brecha entre producción y consumo de crudo y combustibles líquidos derivados del petróleo se incrementa año a año. La gran preocupación de los futuros gobiernos del Perú será la elaboración de una estrategia de desacoplamiento del petróleo en los próximos años, no décadas, años.

La construcción del gasoducto de Camisea a la costa peruana garantizó el acceso directo e indirecto al gas natural en el sector comercial, residencial e industrial de la ciudad de Lima, pero, asimismo, proporcionó a diferentes organismos estatales y asociaciones privadas la oportunidad para enredar en un sólo concepto la producción de crudo, gas natural y líquidos de gas natural. Así, desde la entrada en operación de Camisea, tanto el MINEM como Perúpetro rara vez diferencian los datos de producción e inversión en petróleo y gas, al contrario, mezclan la producción de gas natural y petróleo, intentando promover la imagen que el Perú ha recuperado su posición de importante productor y exportador de hidrocarburos, iniciando una nueva fase hace la autosuficiencia hidrocarburífera. En realidad el Perú es tan sólo exportador de GNL, nafta y gasolina natural.

Sueños fósiles que no pueden ocultar una triste realidad: el Perú no es un país petrolero, a escala global tiene una producción insignificante y apenas cubre el 30% de la demanda nacional de combustibles líquidos. Es importante destacar que no conviene enredar los datos de producción, demanda y comercialización de petróleo, gas natural y líquidos de gas natural. Los derivados de petróleo son principalmente empleados en el sector transporte mientras que el gas natural y el GLP, uno de los subproductos derivados de los líquidos de gas natural, se emplean fundamentalmente en el sector industrial y residencial, figura 4. En resumen, el sector transporte representa el 70% del consumo final de combustibles líquidos, derivados de petróleo y GLP. Asimismo, los derivados de petróleo y GLP suministran el 92,6% de la demanda total del sector transporte, figura 4.

Figura 4: Consumo final de hidrocarburos en los sectores de transporte, industrial y residencial/comercial en 2016, OSINERGMIN.

El negocio de la extracción, importación y procesamiento de petróleo, así como de la comercialización de combustibles líquidos en el Perú ha derivado en una peligrosa dependencia de un recurso fósil, que el país no dispone en significativos volúmenes y en un entorno internacional de agotamiento de recursos fósiles implicará un serio de riesgo de colapso de la economía.      

Brecha entre Importación/Exportación

Otra de las interesantes brechas que existen en la economía peruana, gracias al negocio del petróleo es el desbalance comercial entre las exportaciones e importaciones. El desbalance comercial no es algo nuevo, en la tabla 2 se confirma que ya desde el año 1988 el Perú se convirtió en un país con un balance comercial negativo en hidrocarburos, es decir, ya entonces se compraba más crudo y derivados de petróleo de lo que se vendía. Concretamente, entre los años 1985 y 1996, el monto total del desbalance comercial fue de 480 millones de dólares. Evidentemente, si sólo se cuantifica el periodo de país importador, a partir del año 1988, el coste del negocio del petróleo para el Perú fue un balance negativo de 1361 millones de dólares, en ese periodo. El desbalance comercial negativo en el sector hidrocarburo se ha incrementado significativamente en los últimos años. En la tabla 3 y figura 5 se observa el desbalance comercial entre las exportaciones e importaciones en el sector hidrocarburos entre los años 2012 y 2017. A pesar de las exportaciones de Camisea, la brecha entre importaciones y exportaciones aumenta año a año. Si en el año 2012, el saldo negativo apenas superaba los 450 millones, en el año 2017, superó los 2 mil 200 millones de dólares. Un incremento del 400%, estadísticas frías e incontestables que deberían obligar a replantear al Estado peruano su política petrolera a corto y largo plazo, e iniciar un proceso acelerado de electrificación del sistema de transporte en y entre las ciudades.

Tabla 2: Balance comercial entre exportación e importación de hidrocarburos entre los años 1985 y 1996, INEI.

Tabla 3: Balance comercial entre exportación e importación de hidrocarburos entre los años 2012 y 2017, DGH MINEM.

Figura 5: Balance comercial entre exportación e importación de hidrocarburos entre los años 2012 y 2017, DGH MINEM.

Tabla 4: Balance comercial entre exportación e importación de hidrocarburos entre los años 2012 y 2017, DGH MINEM.

Mensualmente, la Dirección General de Hidrocarburos, DGH, publica un desglose detallado del balance comercial de las exportaciones e importaciones de hidrocarburos. Lamentablemente, en la balanza comercial no se discrimina las exportaciones de gas natural licuado, GNL, y de subproductos de los líquidos de gas natural, LGN, de las exportaciones de crudo y derivados de petróleo. Por tanto, para realizar un cálculo riguroso del balance de importaciones y exportaciones de combustibles líquidos es imprescindible discriminar las exportaciones de GNL y de los subproductos obtenidos del tratamiento de los líquidos de gas natural. En este sentido, si no se considerasen las exportaciones de GNL, nafta y gasolina natural, que en conjunto representaron unos 158 millones 924 mil dólares, en el mes de diciembre, las exportaciones de combustibles líquidos apenas serían de 147 millones 115 mil dólares. Así, una vez discriminadas las exportaciones de GNL, nafta y gasolina natural, el desbalance comercial de combustibles líquidos alcanzaría un valor de aproximadamente 300 millones de dólares, sólo en el mes de diciembre. Si se emplea el desbalance comercial de diciembre en calidad de promedio mensual, el negocio del petróleo y combustibles líquidos le habría costado a la economía peruana aproximadamente unos 3 mil 600 millones de dólares. Un capricho fósil muy caro.

El coste de droga de los combustibles líquidos para el Perú se contabiliza en miles de millones de dólares al año. El Estado peruano debería elaborar una estrategia de desacoplamiento del petróleo de la economía nacional, y especialmente en el transporte, de los combustibles líquidos. Las experiencias de electrificación del sector transporte público y privado se contabiliza por centenas en el mundo industrializado y en vías de desarrollo. Decenas de países implementan estrategias de electrificación del transporte en las ciudades y entre ciudades. Varios países europeos han prohibido la venta de vehículos con motores de combustión en las próximas décadas. En el Perú, el Estado promueve la exploración, explotación y comercialización de combustibles líquidos que generan un serio desbalance comercial.               

Conclusiones

El negocio del petróleo no sólo ha generado una brecha socio-económica en las comunidades amazónicas, cuyos indicadores de desarrollo humano son simplemente vergonzosos e impresentables. Escaso acceso a la energía e ínfimos niveles de servicios educativos y salud. 50 años de explotación petrolera en Loreto no ha tenido ningún impacto económico destacable. El entorno socio-económico y espacio vital de las comunidades amazónicas se ha visto seriamente afectado por la irrupción de las compañías petroleras. Los derrames de hidrocarburos han degradado seriamente los territorios ancestrales de las comunidades amazónicas, afectando sus economías locales y capacidad de autosuficiencia alimentaria.

50 años después, el lobby petrolero local se muestra preocupado por las brechas y por las remediaciones e intenta convencer a las comunidades amazónicas de que la continuidad del negocio del petróleo y aprobación de la exploración y explotación permitirá reducir brechas y remediar los irreversibles impactos medioambientales de las malas prácticas de las empresas petroleras públicas y privadas.

Existe otra lectura. Las brechas socio-económicas y las graves afectaciones a las comunidades amazónicas exigen una fuerte inversión del Estado peruano para superar el irreparable impacto de 50 años de expoliación petrolera de los territorios amazónicos. La remediación de las afectaciones de los derrames petroleros implicará un elevado coste para el Estado, centenas de millones de dólares se deberán invertir para limpiar los desechos de las empresas petroleras. Encima, como premio, hay que permitirles continuar con sus lucrativos negocios. No parece una opción seria y equilibrada. Un proceso planificado de remediación debería incluir la dinamización económica de las comunidades amazónicas y la reducción de las brechas socio-económicas, causadas por la explotación petrolera y la desidia estatal durante décadas.

La remediación deberá tener como objetivo la superación del subdesarrollo de las comunidades amazónicas con el fomento de bio-negocios y agricultura familiar, acceso al suministro eléctrico renovable y a una educación y servicios médicos de calidad. Al mismo tiempo, las comunidades amazónicas, liberadas del chantaje petrolero de explotación de petróleo o subdesarrollo y falta de canon y sobrecanon petrolero, deberán exigir el cierre inmediato de los lotes petroleros en exploración y explotación, el desmantelamiento del oleoducto norperuano, una chatarra que sólo genera derrames y contaminación, y la prohibición definitiva de la exploración y explotación de petróleo, por ser un negocio de grave riesgo para el estilo de vida de las comunidades amazónicas y para la biodiversidad y servicios medioambientales que ofrece la Amazonía peruana a toda la humanidad.